jueves, 1 de noviembre de 2007

La intermitencia de la soledad

Viernes por la noche. Raro que no tengas nada que hacer. Las vacaciones han roto la coti-diana salida nocturna, la televisión ya no puede ser peor, las películas las has visto todas, la música ya no te dice lo que quieres escuchar y los libros aquel refugio eterno de tu so-ledad se encuentran demasiado solos como para ser compañía.
Los cigarros se comienzan a acabar –irónica paradoja- , el silencio te canta al oído hacien-do dueto con el rechinar de tus piernas en constante movimiento sobre el poco cómodo sillón donde estas sentado. El calor es abrumador y ya no tienes más prendas que quitar-te, asomas tu cabeza por la ventana y dos prometedoras gotas de lluvia golpean tu cabeza forzando tu retirada.


Prendes un cigarro tras otro hasta que solo queda uno y empiezas a sentir la desespera-ción, el sueño no ha sido tu invitado, estas realmente solo.
Decides salir por mas cigarros pero ya es muy tarde, nada cerca esta abierto, pero aun sabiendo esto decides salir, te pones el primer pantalón y playera que encuentras, tomas la cartera que tiene el suficiente dinero para no estar solo, tomas las llaves y dejas el celular, no por error sino a sabiendas de que nadie te ha de llamar.
Al acercarte a la puerta la sombrilla te llama a que la tomes pero te rehúsas a hacerlo y sales así esperando que la lluvia te acompañe en tu camino, más esta pronto cesara re-marcando tu eterna soledad.
Caminas hasta la avenida principal y entras a una de estas tiendas que presumen jamás cerrar, compras cigarros en abundancia con afán de no volver a sufrir la desesperación, también compras un refresco y emprendes la retirada.
En el camino de la caja a la salida uno de los empleados pone una canción que te vuelve a decir algo mas no sabes si es lo que quieres escuchar. Te detienes justo en la salida espe-rando encontrar el mensaje de aquella canción pero pronto es cambiada por el mismo empleado provocando no tu ira, ni tu dolor, simplemente la entrada de un agente senti-mental que ni siquiera el sabe que es.
Teniendo ya un pie fuera de la tienda una mano te sujeta por el hombro y te hace volver atrás.
La mano pertenece a una mujer de cabellos largos y negros, de ojos grandes y abiertos, boca silenciosa y oportuna, cuerpo pequeño y ligero; a una mujer cuya perfección solo le hacía falta un defecto.


Al verla quedas realmente sorprendido tanto por su belleza como por el misterio que in-minentemente la envuelve; lo quieres resolver pero te aterra si quiera pensar en el, lo quieres develar pero le tienes tanto miedo a la luz como a la oscuridad.
La misteriosa belleza aun no te suelta el brazo, e incluso te lo oprime con mayor fuerza afanosa de hacerte saber que aun no has empezado a soñar.
Una ingenua sonrisa se dibuja en tu cara y ahora consciente de tu realidad decides apro-vecharla, sigues el paso marcado por aquella mujer y te acercas aun más, sin saber por que te ha regresado pero seguro de que va a estar muy bien.
Ya ubicados en el mostrador la poco cómplice mujer te pregunta tu nombre, inmediata-mente contestas con excitación, te tapa los ojos y tu esperas algo comprometedor, quizás un beso o una caricia, pero en su lugar te ganas unas palabras al oído:
¬Javier, olvidaste tu cartera
Abres los ojos y la hermosa mujer simplemente sonríe y te la da; y ante tu perplejidad solo se despide y se va, la más hermosa mujer que jamás has de ver te sonrió y se fue, y tú en lugar de correr aprovechaste tu ventajosa posición en la fila del mostrador y pediste una botella de ron.
Saliste de nuevo de la tienda pero no como la primera vez, en esta ocasión el agente ex-traño aun seguía en tu cuerpo pero ahora con mucho más vigor.
Caminas de nuevo sin rumbo ni destino, caminas por inercia, caminas por caminar, cami-nas buscando un camino donde no te de miedo caminar.
El tiempo avanza como si fuera eterno y tu lo haces como si quisieras serlo, el cielo vuelve a llorar y tu lo acompañas en su sufrir, tus lagrimas al golpear el piso se confunden con las del cielo, la luna se ha dormido, se ha ido la luz.
Entre las penumbras guiado solo por el instinto aceleras el paso, el miedo también te ha abandonado pero aun acompaña a la persona que sigue tus pasos como la sombra sigue al cuerpo.
Ahora sabes que te persiguen, pero aun el miedo no esta, no sabes que es lo que busca esta sombra de tu sombra, pero sabes que no tienes nada que perder así que te frenas, volteas y encaras a la oscuridad porque es lo único que hay.
Decepcionado retornas a tu andar, así como el tiempo, así como la noche, así como la sombra y su miedo, así como la oscuridad.
En el camino piensas en tu destino, y decides regresar a lo que algunos conocen como hogar, no porque esta construcción inerte lo sea para ti, sino porque no tienes realmente a donde ir.

Llegas a tu casa, con tus cigarros, con tu refresco, con la oscuridad, con tu soledad que se ha vuelto compañía, con tu sombra que no te deja y con su sombra que tampoco la quiere soltar.

Abres la puerta, entras y al tratar de cerrar esta misma mano sigilosa, fuerte pero suave, te lo impide, volteas y la vuelves a ver, la misteriosa mujer te ha seguido hasta tu casa, se ha pegado a tu sombra y se ha camuflajeado con la noche.
Das un paso atrás, la tomas por el brazo con la intención de retenerla ante una repentina huida y solo dices:

-Solo tengo una cartera y la traigo en mi bolso, ¿ahora que se me olvido?

Ella solo sonríe, te toma por atrás de la cabeza y te besa de tal forma que te asegura jamás la has de olvidar. Después de despegar sus vivos labios de tu muerta boca te toca la cara cual caricia materna y te dice:

-Esto fue lo que se te olvido, ¿me vas a invitar a pasar o me vas a dejar aquí?

-Pasa que todavía tengo muchas cosas que recordar.

Ya dentro de tu casa la sin memoria se hace presente, has olvidado el protocolo, te acer-cas y la tomas, la besas, la vuelves a tomar y besar hasta que tus labios revivan y maten los suyos. Has olvidado la cortesía, ni siquiera una copa le invitas, no le ofreces nada que ya todo se han dado. Has olvidado tu nombre, ahora solo tratas de adivinar el suyo, lo has olvidado todo, tu aburrimiento, tu hastió, tu soledad.

Sus ropas cayeron como si no pesaran nada, sus manos tocaron como si no conocieran nada, sus ojos vieron como si nunca mas pudieran volver a ver, sus bocas callaron como si no hubiera tanto que decir.

Sus cuerpos se fusionaron, su calor hizo llover, sus respiraciones cantaron y su sudor se perdió en la fusión, entre la lluvia y el vaho. Ha sido tuya, has sido de ella, han sido uno mismo, no han sido nadie.
Después del ajetreo sexual aun sin ropas solo se acuestan en la cama, se ven para no olvi-darse, se besan para alejar la melancolía, se tocan para saberse despiertos y hablan para saberse eternos.

-Siento que te conozco desde hace mucho tiempo pero en verdad no se ni tu nombre - dices con intención de romper el hielo.

-¿Necesitas mi nombre para conocerme? - pregunta ella congelando aun más el hielo

- En verdad no, solo te necesito a ti, aquí, como nunca, para siempre

- Lindas pero ingenuas tus palabras, nunca, siempre, ¿hay diferencia?

- Nunca te había visto pero siempre te soñé

-Dicen que el amor hace poeta a todo hombre, ¿acaso ya me amas? -pregunta ella

Estupefacto ante su pregunta, tratas de buscar en los baúles de tu memoria alguna res-puesta eficaz para el dilema, no sabes si mentir o arriesgarte con la verdad, de hecho no tienes ni idea de cual es la diferencia entre las dos, pero sabes que si tu respuesta es mala puede echarlo todo a perder y si lo es buena las cosas han de mejorar , te encuentras en-tre la espada y la pared, eres un juguete del destino, entraste al juego del amor, donde no hay que sentirlo o conocerlo para poder sufrirlo.

Tras tu breve silencio y su penetrante mirada, contestas:

- No conozco el amor, no se si te amo o te deseo, solo se que no quiero dejar de hacerlo.

-¿No conoces el amor, o no crees en el?

-Tampoco lo se

- Yo lo conozco bien y por supuesto creo en el, y te puedo decir que te deseo, que te quie-ro, que te conozco y no te creo, más se que no te amo, y si no lo hago no es por falta de tiempo o condición sino porque no lo siento, pero creo que en ti esta que pronto lo haga.

- ¿Qué es lo que no me crees?
- Que no sepas si creer o no, que no conozcas el amor, que no sepas si amas o no. Seguro tienes miedo.

Después de decirte esto, te toma la mano, la pone sobre su pecho y te vuelve a besar co-mo la primera vez, como si se estuviera despidiendo, como si supiera que no te va a volver a ver, te besa con todo el silencio de la noche que se acaba, te besa con las estrellas de testigo, te besa presumiéndole al sol triste y naciente como ella si puede tenerte consigo.
El sol se despide de la luna -triste y complejo amor- , las nubes arropan las estrellas y la soledad se ha ido con la oscuridad.
Se besaron durante la noche hasta el amanecer, un nuevo día ha empezado, un viejo mundo ha terminado.

Sábado, raro que tengas algo que hacer, raro que no estés en tu cama, raro que no estés solo, raro que este ella, raro que seas tú.
Has huido de las redes de Morfeo, pero ella y su belleza siguen en cautiverio, decides alargarle el placer al dios del sueño manteniendo su presencia en su s efímeras redes, te levantas de la cama, hace frio pero no te vistes porque no lo sientes, porque ya no estas solo, caminas a la cocina, preparas el desayuno y en un pequeño instante se te olvida que hoy no comerás solo, que hay que hacer doble ración, que hay que llevarla a la cama, y que hay que buscar el amor.

Se ha levantado y te ha visto ahí parado con su desayuno en la mano, una sonrisa aparece en su rostro y al verla ilumina el tuyo.
Después de comer toman un baño que mas que limpiarlos los ensucia, los llena de sudor, de pasión, los vuelve a hacer uno, los une y los separa y los vuelve a unir quitándote así la noción de soledad.

Salen del baño queriéndose aun más, tu en solidaridad a la mujer te vuelves a poner lo mismo de ayer, más tardan en vestirse que en encontrar la forma para que la ropa no sea impedimento del acto sexual; que al ser finalizado agota al cuerpo y sulfura al alma, entro estas en una eterna lucha entre la pesadez corporal y la levedad del alma, uno necesita descanso mientras la otra ansia más.

Después de muchas lides el cuerpo vence al alma y vuelven a dormir, duermen juntos, tomados de la mano, desnudos otra vez.
Despiertan al mismo tiempo como si se hubieran puesto de acuerdo, y con pocas palabras de por medio, se visten, se toman de la mano y salen de la casa. Ya afuera te pegunta:

-¿A dónde vamos?

-No me importa, solo vamos

-¿Por qué?

-Para poder regresar

Tomados de la mano caminan por la calle, se besan como si el sol no los viera, ríen como si nunca mas pudieran hacerlo, caminan con toda la calma del tiempo, con toda la fuerza del viento, cami-nan sin rumbo solo guiados por el olfato, huele a deseo, huele a pasión, huele a compañía.
Después de caminar un tiempo el olor los llevo a un bosque donde los arboles sonríen ante la caricia del viento, que se emociona cuando toca el rio.

Se sientan en una pequeña piedra a la sombra de un árbol y se vuelven a besar, se conocen cada vez mas, ríen, se abrazan y después de un rato ella queda dormida sobre tu regazo. La volteas a ver sorprendido, no por su eterno sueño sino por su belleza, la ves y sonríes.

La has despertado y han caminado el trayecto de regreso, besándose como salieron, como si la luna no los viera y las estrellas no los envidiaran, caminan bajo la lluvia que ha caído solo para refrescarlos de su eterno calor.
Antes de llegar a casa han regresado a aquel frio lugar donde se conocieron, ríen, platican sobre el fortuito encuentro, compras lo mismo de siempre, tus cigarros cuya ausencia ya no te desespera, tu refresco y tu ron.
En cuanto llegan a casa solo duermen añorando un nuevo día que saben será mejor.


Cuatro días con sus noches se han sumado, cuatro veces han visto amanecer, cuatro veces se han burlado de la tristeza de la luna, cuatro veces han vuelto a nacer.
Cada vez han estado más juntos pero a su vez han hecho menos cosas, te sabes cansado y la ves agotada, asumes que es por la intensidad de los días y la complicidad de las noches, sabes que solo necesitan descansar.

Viernes por la noche, no te importa no tener nada que hacer, estas con ella, descansan juntos, no salen de casa, solo hablan, se acuestan, se miran, se besan, se tocan, se duermen.

Sábado por la mañana, tienes algo que hacer, la mujer de tu vida se ha ido y no la puedes buscar, te cambio la vida y ahora se fue, su descanso fue eterno como lo será tu dolor, tu soledad, como lo eres tú.